A mi padre Francisco


En Jesucristo creía.

Una especie de respeto, veneración, admiración

hacia Él sentía.

Fe que en gran parte de su madre Francisca provenía.

No fue un beato,

en el mundo luchó como convenía.

Bromeaba,

hacer agradable la vida a los demás se proponía.

En el último tramo, cada día el Rosario repetía.

Fallecía,

su respiración se detenía,

del Misterio de la Ascensión en el tercer Ave María.

Hacia el Cielo subía, sabía.